(TecnoBruja cuidando de una persona de seis años, ocupada con algo; dándole la espalda)
Persona (seis años): ¿Cómo se escribe tu nombre?
TecnoBruja: T-E-C-N-O-B-R-U-J-A
Persona (seis años): Y, ¿Cómo se llama tu gata?
TecnoBruja: Pecas
Persona (seis años): ¿Cómo se escribe?
TecnoBruja: P-E-C-A-S
Persona (seis años): Y la otra, ¿Cleo?
TecnoBruja: Cleopatra, (lentamente) C-L-E-O-P-A-T-R-A
(Me doy la vuelta, porque me da curiosidad saber porque me pregunta eso)
Persona (seis años): (Con mi celular en la mano) No, esa no es tu contraseña.
Tengo un teléfono “inteligente” con contraseña y una persona de seis años que siempre quiere que le preste mi celular para jugar. Parece una tontería, sólo quiere jugar; ese no es el punto.
Hora de ejercitar nuestras mentes: ¿Cuántas páginas de las que visitas diarios te piden crear un perfil de usuaria? ¿Cuántas contraseñas tenés? ¿Las respuestas son iguales? Lo más probable es que no: lo más probable es que tengas una, dos, máximo tres contraseñas que utilizas una y otra vez en distintos espacios virtuales.
Ahora, ¿cómo crean sus contraseñas? Déjenme adivinar: el nombre de una persona querida, cumpleaños de alguien, el nombre de la mascota (según el razonamiento de mi persona de seis años), frase favorita, canción favorita… Y así nunca se nos olvida. Y así, alguien que nos conoce puede fácilmente dar con nuestra contraseña.
Claro que lo sé, porque lo he hecho. Todavía conservo algunas contraseñas de lo más predecibles; creadas en el apuro de abrir una cuenta y acceder al contenido. Y no pasa nada, hasta que un día viene un hijo del patriarcado y decide “hackear” nuestra cuenta.
No sólo tenemos una llave que es muy fácil de copiar, sino que usamos la misma llave para varios candados. Pero la mayoría de nosotras piensa: ¿quién tendría interés en hackearme? O Si no tengo nada que esconder, ¿a mi qué me importa sí alguien más puede acceder a mi(s) cuenta(s)?
No tengo nada que esconder, pero no quiero que una persona X tenga acceso a mis conversaciones, no quiero que a través de mi cuenta tenga acceso a mis amistades, no quiero que publique a mi nombre, no quiero que envíe mensajes de odio a mi nombre; no quiero que violenten mi privacidad.
¿Cómo están sus contraseñas? ¿Las adivina una persona de seis años?
Así que el primer paso es revisar mis cuentas: ver sí realmente necesito tener activos todos esos perfiles. El paso dos es el más difícil y es cambiar mis contraseñas, tomando en cuenta los siguientes parámetros: más de diez dígitos, incluir números y símbolos, no relacionadas directamente a mi persona. El tercer paso es no olvidar mis nuevas contraseñas.
Para todo lo anterior, por aquí les dejo un enlace que les facilitará cincuenta mil veces el proceso.
Publicado en tecnobruja el 5 septiembre, 2014